Nada más anclar en uno de los putos fronterizos de la ciudad de Sancti Spíritus con el resto de los territorios de la provincia, una reflexión similar ronda en quienes ataviados con sus batas blancas, uniformes azul de la policía o verde de los inspectores, imponen allí orden y disciplina: esto debió haber llegado antes.
No es un cuestionamiento. Es el sencillo argumento de quienes desafiando el sol y otros tantos contratiempos tratan de, con su trabajo, ponerle un tranque al callejón que la COVID-19 ha abierto en la geografía provincial, con elevadas tasas de incidencia y un alto grado de infestación comunitaria, con un por ciento nada despreciable de casos positivos o contactos de ellos en los que se desconoce la fuente de infección.